Henry Morgan, corsario y azote del Caribe
Henry Morgan dio su primer paso para entrar en la historia a la temprana edad de 21 años, cuando se enroló en una expedición punitiva bajo bandera inglesa rumbo a la isla de La Española en 1656. Tras saborear su primer combate continuó como corsario participando en diferentes ataques por parte de la Corona Inglesa a las colonias y fortalezas que los españoles poseían en la región del Caribe.
El punto de inflexión en la vida de Morgan llegó con su asociación con el afamado corsario Mansvelt, de origen holandés, y que por aquel entonces lideraba a los bucaneros asentados en la Isla Tortuga y en la célebre ciudad de Port Royal, refugio de innumerables fugitivos y criminales. Cuando Mansvelt cayó en manos de los españoles y fue ejecutado, Morgan tomó su puesto como líder y se dispuso a iniciar el saqueo de toda aquella ciudad que se hallase bajo dominio español.
En el año 1668 Morgan decide dar su primer gran golpe poniendo rumbo a una de las principales fortalezas españolas, la hermosa Portobelo. Pese a que la ciudad estaba protegida por una línea de tres castillos y cañones, Morgan lanzó un ataque por sorpresa aprovechando la oscuridad de la noche, además de que sus 400 hombres iban armados con mosquetes, bastante más precisos que los arcabuces usados por los españoles. La crueldad del corsario llegó al extremo de utilizar a civiles como escudos humanos para tomar los castillos, hecho que le brindó una victoria sencilla, a la par que injusta. La ciudad fue saqueada por completo y sus habitantes obligados a entregar hasta la más mínima pieza de valor so pena de tortura.
A su regreso los corsarios y su líder disfrutaron de un breve periodo de descanso y borracheras, antes de iniciar su segundo golpe, que esta vez tenía como objetivo la ciudad de Cartagena de Indias, la joya española en el Caribe. Pero la suerte quiso que un incendio accidental terminase con su barco, por lo que Morgan decidió posponer la aventura, sustituyendo Cartagena de Indias por otros objetivos más fáciles de tomar. Henry Morgan saqueó las ciudades de Maracaibo y Gibraltar, logrando salir en este último asalto de una situación muy comprometida gracias a su ingenio.
Mientras los hombres de Morgan saqueaban la ciudad de Gibraltar, el almirante don Alonso de Campos logró cerrar con tres navíos la única salida posible a los corsarios, el canal que llegaba hasta la laguna. Bajo la atenta vigilancia de los cañones españoles, Morgan tuvo la brillante idea de tomar un barco mercante y convertirlo en un barco de guerra mediante algunos cañones hechos de madera, además de rellenar su bodega con abundantes barriles de pólvora. Este barco fue llevado cerca de uno de los navíos españoles y detonado momentos después de que los corsarios saltasen por la borda. Con un barco destruido por la explosión y otro naufragado en la confusión, el tercer navío español fue tomado por Morgan y sus hombres con relativa facilidad.
Entre 1668 y 1670 la actividad delictiva de Henry Morgan se vio limitada debido a las órdenes dadas por la Corona Británica de que se detuvieran todas las actividades hostiles contra los españoles, una paz que terminó con la ruptura de la tregua por parte de los españoles. Morgan puso rumbo a la ciudad de Panamá y convocó a todo aquel que quisiera seguirlo, logrando esta vez reunir a 1.500 hombres a bordo de una flota de 50 barcos, el mayor ejército pirata visto en la historia del Caribe.
La desembocadura del río Chagres fue el lugar elegido para el desembarco, y tras diez días de viaje a pie a través de pantanos, ríos y montañas, una tropa mermada por las enfermedades y las emboscadas a lo largo del camino lograba avistar la ciudad de Panamá. La ciudad contaba para su defensa con 1.600 hombres a cargo de don Juan Pérez de Guzmán y pese a la superioridad numérica de los defensores Morgan logró poner la balanza a su favor mediante la astucia.
Los corsarios buscaron el flanco más débil de la ciudad para atacar, provocando que parte de las tropas españolas salieran para presentar batalla, ante lo cual Morgan hizo retirar a sus hombres y lanzó un inesperado ataque. Una manada de bueyes fueron enviados en estampida, diezmando las filas de los españoles y aplastándolos completamente en el contraataque. Una vez que los corsarios entraron en la ciudad terminar con las defensas les llevó apenas unas horas de combate. La ciudad fue saqueada y reducida a cenizas por las llamas, aunque no se sabe con exactitud si fue provocado por los corsarios o por los españoles durante la batalla.
El reparto del botín no fue del agrado de la mayoría, ya que gran parte del tesoro de la ciudad había sido enviado a España en los días previos al ataque corsario, y Morgan no dudó en repartir las ganancias con sus compañeros más próximos y abandonar al resto de corsarios a su suerte. A su regreso a Port Royal, Henry Morgan fue detenido y llevado ante la presencia de Carlos II para su juicio, pero en contra de lo que pueda pensarse no fue castigado, sino perdonado por todas sus acciones a condición de tomar el puesto de gobernador de Jamaica. Así fue como uno de los corsarios más célebres del Caribe terminó sus días, luchando contra los piratas como cargo político y falleciendo de viejo en la intimidad de su retiro.
Foto vía:archaeologyhouston
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